jueves, 17 de septiembre de 2009

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De un cajón neuronal rompió un verso
contemporáneo a todos los hombres.
De la ceniza y el giro de la tierra
salió espantando una
voz que rehabilitaba.

Un mugido de humanidad,
musicalizando,
ralentizaba todas las angustias,
las exacerbaba a veces, protegiendo
los brotes tiernos del corazón
con su carcelaria armónica.

Un hombre esclavo de sí mismo,
arpón de la conciencia de las masas,

un peso como cualquier vivo
arrinconado en inquinas y temores,

capaz de soltar al mundo la liebre del corazón,
la flor rumiante del pensamiento

y todas las dudas de un rehén de la propia
mortalidad.