lunes, 23 de junio de 2008

EL PADRE DEL CORDERO

Existe un lugar en madriles casi tan sacrosanto, infernal y circense como el Bernabéu, y el humo que sale del recinto, en forma de nicotina muchas veces respirada, viene a ser también el mismo. Os hablo del Bukowski Club, un garito malasañero donde poetas borrachos se derraman varias noches entre semana entre bromas, brindis y algunas metáforas precisas.
Allí recita parsimoniosa, sobre un silencio imposible, Isabel García Mellado, de quien os he hablado ya, y acompañándola están varias figuras de lo peorcito de la capital, gente que junta versos en el curro, en el metro y en las horas muertas de las vidas menos impunes para arrumbarlos cada miércoles en un jam session de poesía. Tal como suena.
Existe un maestro de cermonias, respetado por irreverente, llamado Carlos Salem. Es autor de varios textos magistrales de registro variado, pero él presume más de los poetos y poetas que vomitan en su garito y acuden presurosos a cada convocatoria literaria que él dispone.
Decía el poeta José Hierro que "eso de la poesía es un coñazo", y con la misma saña y cachondeo dirige este señor (no disculparía que lo llamásemos así) los recitales literarios de su local, mientras publica, vía novela o vía blog, textos talentosos y extremadamente amenos, con el mismo humor, fatalismo y estilo que aplaudiría Charles Bukowsky si volviese de entre los muertos con una ginebra en cada mano.
No puedo sino recomendaros que lo leáis, y que os paséis algún día por el rincón más depravado de Madrid, a ser posible en mi lamentable compañía, no sea que os perdáis (en todos los sentidos) en esa catacumba de la poesía.